Hoy Corazón: Ha creado usted la Fundación Amor Horizontal. ¿Cuál es el objetivo?
Caroline Celico: Sí, la he fundado aquí, en España, con sede en Madrid. Yo no pertenezco a ninguna iglesia ni a ninguna religión, simplemente soy de Jesús. Me gusta creer en Él, en Dios, y en el amor que siente por nosotros. No me gustan las imposiciones, el tener que hacer esto o lo otro para cumplir con nuestra creencia. Lo que creo es que Dios conoce nuestro corazón y Dios es amor. De ahí el nombre de mi fundación: Amor Horizontal. Hay que querer a Dios y a los demás. Son dos mandamientos básicos de Jesús: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo. Mi fundación tiene el objetivo de hacer ver a la gente que ayudar es algo bueno tanto para uno mismo como para los demás. Quiero dar una inyección de ánimo a través de la palabra de Jesús.
H.C.: Esta fundación es la encargada de financiar el festival de música que se celebró hace unos días, Juntos 2012. Cuénteme en qué consiste este proyecto.
C.C.: Fue en 2010 cuando se me ocurrió organizar un festival de música de entrada gratuita al que pudieran venir bandas de música de países distintos que hablaran de Jesús, pero de una manera muy ligera, dinámica y jovial. El año pasado se hizo realidad por fin en Milán y este año he querido hacerlo en España.
H.C.: ¿Los grupos musicales actúan de forma gratuita también?
C.C.: Sí, absolutamente todos. A los que vienen de fuera, la fundación les financia el viaje y todos los gastos derivados, pero nadie cobra nada por esto.
H.C.: La fundación, sin embargo, es usted misma...
C.C.: Sí (risas). De momento, sí, lo financio yo todo con mi propio dinero. Pero en junio tengo pensado estrenar la web para que todo el mundo que quiera pueda colaborar.
H.C.: ¿De qué manera?
C.C.: Es una plataforma que he creado a través de colaboraciones con grandes marcas. Consiste en que tú entras en la web y compras un producto, el que quieras de todos los que estén disponibles. Por ejemplo, un paquete de pañales. Y ese dinero invertido en ese producto, yo lo distribuyo a una red de ong’s especializadas en niños, que previamente he analizado y estudiado para asegurarme de que las donaciones llegan de verdad a sus destinos.
H.C.: ¿Qué le aporta a usted todo esto?
C.C.: No tengo palabras para describirlo... Mi boda fue maravillosa, el nacimiento de mis hijos también... y esto... no sé, Dios me ha dado la posibilidad de hacerlo y ayudar a la gente y eso me hace feliz. No quiero dinero, no quiero reconocimientos... Yo solo quiero ayudar.
H.C.: ¿De dónde le viene este sentido de la responsabilidad social?
C.C.: De mi familia y de la escuela en la que estudié en Brasil, que siempre nos insistieron mucho en desarrollar conciencia social. Teníamos 450 horas de trabajos sociales al año obligatorios. Y esa es la única manera de tener contacto con las necesidades de los que no tienen nada o muy poco. Porque no solo necesitan comida. Necesitan un abrazo, palabras de esperanza, amor... No se vive solo con dinero. Hace falta mucho más. Y todo forma parte de una cadena. Si llegas a comprender que Dios te ama, te das más valor a ti mismo y eso te da fuerza para ayudar a los demás.
H.C.: ¿Reza usted?
C.C.: Sí, pero sin pertenecer a ninguna religión en concreto. Hablo con Dios continuamente. Rezar significa hablar con Dios y religión, lo que te conecta a tu Dios. Yo creo en un único Dios y cada uno lo llama de la manera que quiere. Yo leo la Biblia y sí que hay muchas cosas contradictorias, mensajes que cada uno interpreta de maneras distintas, pero hay una interpretación que es universal: el amor, la paz, la esperanza.
H.C.: Lo verá usted más necesario que nunca ahora, con esta crisis tan desgarradora...
C.C.: Mira, en mi país, Brasil, en Sao Paulo, que es de donde soy, hay un boom económico ahora mismo inmenso. Todo va muy bien y parece que va a ir aún mejor. Pero yo vivo aquí, me alimento aquí, tengo a mis niños aquí, y eso me obliga a implicarme, por eso ha sido muy importante para mí organizar todo esto en España.
H.C.: ¿Le gusta nuestro país?
C.C.: ¡Me encanta! Tengo un abuelo español, el padre de mi madre era del sur. Nunca llegué a conocerlo, pero llevo sangre española en las venas.
H.C.: ¿Se ha sentido bien acogida en Madrid?
C.C.: Mucho. La gente que he conocido y con la que comparto parte de mi rutina no se fija nunca en cómo voy vestida ni en las cosas que compro ni en ese tipo de trivialidades. Simplemente están ahí y charlamos con naturalidad de nuestras vidas. He tenido suerte. Me han acogido con mucho cariño. He hecho muy buenos amigos.
H.C.: En cualquier caso, no es usted de salir mucho...
C.C.: Eso es verdad. La mayor parte del tiempo la paso con mis hijos. Soy una madre muy entregada. Mi hija tiene un año y el niño, cuatro, y mi vida gira en torno a ellos. Los levanto, les doy el desayuno, llevo al mayor al colegio y cuando regreso a casa, me dedico a la pequeña hasta que llega la hora de recoger al niño. A veces lo hace su papá, cuando está en casa y puede, pero sí, siempre nos encargamos nosotros. Tengo la suerte de tener a una señora en casa que me ayuda con la pequeña para que me pueda dedicar al niño por las tardes. Lo normal de todas las madres. Que a veces llevamos una vida de locura (risas). Te absorbe por completo.
H.C.: ¿Le apetece tener otro bebé?
C.C.: No (risas). Estoy bien así.
H.C.: Bueno, será lo que Dios quiera, ¿no?
C.C.: (Risas) Bueno, quién sabe. Pero si depende de mi voluntad, no. Dios me ha bendecido con un niño y una niña, y eso es perfecto. No me veo con otro. Aunque quién sabe, no se puede decir nunca que no...
H.C.: ¿Echa muchos de menos su tierra?
C.C.: Muchísimo. Especialmente a mi familia, a mis amigos, mi comida brasileña... (risas). Pero voy al menos dos veces al año a verlos y ellos vienen mucho a Madrid. Ahora está aquí mi padre y mi madre viene dentro de unos días. Ella trabaja mucho en Francia y aprovecha para venir a vernos.
H.C.: ¿Fueron sus padres los que la educaron en las creencias religiosas?
C.C.: Mi madre es católica y desde hace aproximadamente diez años está muy implicada. Estoy muy contenta con su modo de ver la Iglesia y la vida. Es una cristiana que yo admiro mucho.
H.C.: Su marido también es muy religioso. Tuvieron ustedes suerte de encontrarse...
C.C.: Sí (ríe). En eso Dios me ha bendecido.
H.C.: Es usted una mujer de futbolista atípica.
C.C.: Bueno, yo creo que no tanto. En Brasil, la mayoría de las esposas de los futbolistas son mujeres muy valiosas. El problema es que los medios de comunicación dan una imagen que no se corresponde con la realidad. Son mujeres íntegras y buenas, pero la prensa tiende a centrarse en las que salen más o visten mejor. Esa no soy yo. Yo no vivo con el pelo perfecto ni con el bolso impresionante y el aspecto impecable. Yo me levanto y soy madre sin más. Esa es mi vida: mis amigos, las conversaciones con las otras madres del cole... Esa es la gente que realmente puede decir cómo soy. Fíjate, muchas veces me han fotografiado en Italia por la calle con bolsas en la mano y titulan que voy de compras, ¡y lo que llevaba dentro eran regalos para otros! El hecho de que nuestros maridos ganen mucho dinero no significa que seamos mujeres superficiales. Todos tenemos nuestros defectos y nuestras virtudes, y no se puede generalizar.
H.C.: ¿Y qué necesita usted para ser feliz?
C.C.: Necesito muchísimo el trabajo social, ayudar principalmente a los niños, que me encantan, ayudar a la gente a estar en paz consigo misma y con Dios, y, por supuesto, necesito tener cerca a mi familia y estar con ellos.